Isla de calor: efectos e impacto urbano
La isla de calor es el efecto que se da cuando las áreas urbanas tienen mayor temperatura que las áreas rurales cercanas. De hecho, la temperatura media anual del aire de una ciudad con 1 millón de personas o más puede ser de 1 a 3 °C más cálida que su entorno. Pero, durante la noche, la diferencia puede aumentar hasta 12 °C.
La isla de calor afecta a las comunidades al aumentar la demanda de energía pico en verano, el coste por refrigeración, la contaminación del aire y las emisiones de gases de efecto invernadero, las enfermedades y la mortalidad relacionadas con el calor y la calidad del agua.
¿Cómo se monitoriza la isla de calor?
Como hemos explicado, el fenómeno isla de calor se da cuando la temperatura del núcleo urbano supera la de las zonas rurales cercanas. Normalmente, durante la noche, los municipios se refrescan. Sin embargo, en ocasiones, debido a la tipología y materiales de edificios y elementos urbanos que expulsan el calor acumulado durante el día a lo largo de la noche, hacen que la temperatura no descienda. Siendo entonces, la temperatura del núcleo urbano más alta que la de las zonas rurales cercanas y derivando en lo que se conoce como isla de calor.
Este fenómeno se ha visto acusado en los últimos años por el aumento de las temperaturas globales. Y, según las previsiones, esta tendencia lejos de mejorar empeora.
En la ciudad de Valencia, por ejemplo, el efecto de isla de calor llegó a afectar el verano pasado a más del 40% de la población.
Para calcular la isla de calor la mejor fuente de datos disponible es la facilitada por el sensor MODIS. Se trata de un sensor transportado en satélites de la NASA que envía información a diario sobre temperatura. MODIS envía imágenes diurnas y nocturnas.
Las temperaturas ambientales y superficiales nocturnas tienden a igualarse, por lo que podemos contrastar los datos de estaciones meteorológicas con los de imágenes satelitales.
Focos de calor urbano e islas frescas
La temperatura de una ciudad depende de numerosos factores entre los que destacan la tipología urbana y los materiales de construcción, así como las zonas verdes.
En el caso de los focos de calor, los polígonos industriales cercanos a núcleos urbanos tienden a almacenar temperatura por los materiales de los techos de las naves y las calles asfaltadas, normalmente con escasas o nulas áreas verdes.
De la misma manera, las zonas comerciales y las dotaciones deportivas de césped artificial o pistas retienen el calor concentrando altas temperaturas.
Pero, también existen islas frescas en las ciudades. Por lo general, se trata de parques urbanos, jardines y avenidas arboladas que tienen un alto poder refrescante. También existen soluciones basadas en la naturaleza, como las que han llevado a cabo (y están llevando a cabo) muchos municipios españoles. Con estas iniciativas han conseguido, no solo refrescar el municipio si no mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos.
En definitiva, el efecto isla de calor puede reducirse con medidas de mitigación y adaptación. Medidas como la mejora de la calidad de la vegetación de la población, la utilización de pavimentos y cubiertas frescos. También la planificación de los futuros proyectos urbanos con datos concretos para saber cuáles serán las mejores actuaciones es clave para reducir la isla de calor.
¿Sufre tu población los efectos de la isla de calor? ¿Quieres saber cuáles son los “puntos calientes” de tu municipio con exactitud? ¿Y qué soluciones son las más adecuadas para cada uno? ¡Escríbenos!